14 de noviembre de 2005
Viento
Un camino, una procesión de personas. Un paseo por el parque. Unos hablan, otros ríen, otros parecen concentrados en profundos pensamientos. Todos diferentes caminando en la misma dirección. Nadie mira a nadie, excepto alguno que se fija en la chavala que tiene delante y hace un gesto de admiración...
Me doy cuenta de que yo les estoy observando. Al acecho. Estoy esperando a que alguien haga algo, algo que me sorprenda. Entonces veo un árbol que me mira, me fijo en su tronco, en la luz que le acaricia con ternura, y me fijo en la hierba acariciada a su vez por una dulce brisa. No sé por qué hay cosas que nadie ve y yo sí. No sé qué es lo que me empuja a fijarme, a detenerme, a hacer una composición en el visor de la cámara y disparar. Me pregunto cómo es que nadie se detiene ante tal maravilla...
Cuando veo la foto en la pantalla siento lo mismo que sentí cuando vi ese tronco y esa hierba. y aunque ya no sienta el olor, ni el frescor, ni la caricia del viento, sigo recordando aquellas sensaciones. Y es curioso ver como aquellas personas que pasaban indiferentes ante aquel árbol, ahora ven la foto y sienten el tacto rugoso del tronco, el frescor de la hierba, y su olor... y sienten la caricia del viento.
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